En una de las observaciones de campo, a finales de mayo del 2017, me encontré con un festival hinduista, que tomó todo el Parque México con lonas y carpas. Había espacio para espectáculos, patio de comidas, tiendas y un nutrido desfile con carros alegóricos.

El festival Ratha Yatra, que se realiza en varias partes del mundo, tuvo también su festejo en la Ciudad de México. Se trataba de la catorceava edición en la capital congregando a centenas de personas. Las decoradas y coloridas carrozas, arrastradas con cuerdas por los fieles, evocaban las deidades y cargaban sacerdotes entre cantos, trompetas y mantras. Si bien el ambiente era marcadamente hindú por todos los frentes, la oferta gastronómica tenía un sello claramente mexicano.

Así, tomando en cuenta la opción alimenticia hinduista algún puesto ofrecía pambazos, tlacoyos, tacos y tortas, aguas frescas —en suma, “antojitos veganos”—. En otro puesto se servían guisados, arroz, tamales, papa adobada, frijol chipotle, rajas con tofú, nopales con verdolaga y mole verde —cada guisado estaba en cacerolas de barro y decoradas con estilo tradicional rural mexicano—. Mientras que en la dimensión espiritual se reproducían fielmente los códigos, los íconos y las formas propias de la ceremonia india guardando alta fidelidad a lo original, en la comida se creaban puentes culturales. El público oscilaba entre sectores populares, jóvenes universitarios y algunas familias – pocos extranjeros—.

Publicado originalmente en «Imágenes de la fé» (2020).