Nostalgias

Nostalgias

Se ha dicho muchas veces que la fotografía no sólo es una mirada hacia fuera, sino también hacia dentro.  En verdad, es como mirarse en un espejo que nos conduce a nuestros laberintos internos, es un paseo por nuestras miserias y virtudes, por lo que nos hace humanos.

Hay fotos en las cuales siento que lo que he tomado retrata el estado de mi espíritu en ese momento; en ellas no son objetos los que aparecen, sino emociones.  Como sucede con la música o con los olores, una imagen nos transporta a extraños lugares, donde se pasean los sentimientos, los recuerdos, las nostalgias.

Así, cómo olvidar ese largo puente que va hacia el horizonte sobre un lago, y en el fondo dos personas que miran más allá.  Siento una extraña sintonía con los dos desconocidos.  En silencio, casi platicamos nuestras angustias.

Cambio de imagen y miro al campesino que mira, con la mano en la cabeza, sentado y solo en un banco de una plaza cualquiera.  En el vacío siento que estoy a su lado, ambos mirando en la misma dirección. Y recuerdo el gris de una tarde en una parada de bus en Bruxelas, todos apoyados en un vidrio que tergiversa las figuras, esperando acaso al destino.

No puedo pasar de lado la foto de un techo caído, con el celaje que se esconde detrás del muro. Es el cuarto del que mi abuela me habló tanto, donde vivió años y del cual ya sólo queda una madera a punto de caer, y su sombra reflejada en la pared.  No sé si hablo del cuarto, de mi abuela, o de los dos.

Por fin, me detengo en el faro viejo –olvidado- de una bicicleta abandonada en Amsterdam.  Cuántos caminos alumbró esa la luz que ya no brilla. Y se me viene a la mente la frase final de la película Amores Perros: “porque también somos lo que hemos perdido”.